Cuando el fenómeno de El
Niño del año 1899/1900 (1) destruyó varios
kilómetros de línea férrea, Archer Harman se dirigió con preocupación al
general Eloy Alfaro:
Harman:
“¿Y ahora, qué hacemos, general?”
Alfaro:
“Primero, don Archer, tomemos un trago de whisky para espantar al diablo, luego
veremos qué hacer” (2).
Descontando que el diablo
no existe, su respuesta es la de un hombre sabio. No en vano partió en dos la
historia de este país mal hecho.
(1) Desde
el invierno de 1899/1900 se consideran fenómenos de El Niño “muy fuertes”
a los sucedidos en esos años y en 1940/1941, 1982/1983 y 1997/1998.
(2) Karl
Dieter Gartelmann, ‘Nariz del diablo y
monstruo negro’, Tramaediciones, Quito, 2008, p. 107.
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