Durante la Alcaldía
socialcristiana de León Febres-Cordero, en 1994, el grupo argentino “The
Sacados” puso una canción de moda:
Guayaquil es una ciudad
tan noventera que el estribillo de esa canción de 1994 podría bien caracterizar
a su escena musical actual de “celebridades” (hoy, año dosmilfuckingdiecisiete).
Por supuesto, la
caracterizaría por razones distintas.
Paren de venir… todas esas
“celebridades” que han venido al menos desde los años noventa (incluso desde
los ochentas y setentas) y que han resultado imparables: siguen viniendo, no
paran de venir a quemar sus últimos cartuchos en el puerto de Guayaquil. Si son
salseros, vienen con financiamiento municipal a todas y cada una de las fiestas
populares de los 25 de julio y 9 de octubre; para todo el resto de
“geronto-celebridades”, la única explicación para su permanencia de varias
décadas en cartelera es que no hay ilusiones ni presupuesto para proponer algo
distinto a esta ciudad.
En general, se ha jugado
sobre seguro: en la escena musical se ha apostado a lo que ha funcionado antes,
porque las posibilidades para innovar son escasas y los impuestos (los del
Municipio y el destinado a la Junta de Beneficencia de Guayaquil, específico para espectáculos públicos) son
altos.
Por eso Guayaquil es una
ciudad atascada en sus años noventa y tiene una Alcaldía marca PSC en plena sintonía
con ese mood (established since 1992). Aquí se vende como moderno lo que ya pasó
de moda, tanto en oferta musical como en administración de la ciudad. Y la
gente lo sigue consumiendo, sin chistar ni cuestionarlo. Si acaso, lamentándose
en voz baja.
Es por todos estos años de
incesante noventerismo que se
justifica el lema no oficial de Guayaquil durante su período socialcristiano:
“Esto es lo que hay”. Es lo que hay en la “Capital Tropical del Conformismo” en que unos
cuantos avivatos han convertido a
Guayaquil.
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