La barbarie, hoy como siempre

27 de agosto de 2017


Fiodor Dostoievski en ‘Recuerdos de la casa de los muertos’ escribió que “el grado de civilización de una sociedad puede juzgarse por el estado de sus prisiones”. Juzgado así, en el territorio que se convirtió en la malhadada República del Ecuador jamás hemos conocido otra cosa que un estado de barbarie.

El Tomo V de la ‘Historia General de la República del Ecuador’ de Federico González Suárez describe la situación de las cárceles durante el período colonial:

“En las cárceles no había sistema alguno penitenciario bien establecido; el preso estaba encerrado en calabozos inmundos, sin luz ni aire sano, cuando era pobre y pertenecía a las clases obreras de la sociedad; si pertenecía a la nobleza, se le proporcionaban cuantas comodidades deseaba durante los días de su encarcelamiento”.

Tales distinciones odiosas en la colonia siguen existiendo en la actualidad (v. ‘Cárcel 4’, donde suelen ir los pillos de alto coturno). Y continúa el padrecito González:

“Las cárceles eran lugares donde los culpables vivían atormentados, pero de donde no podían salir nunca corregidos ni enmendados; antes, podían adquirir vicios con los cuales no habían estado manchados. La pena de azotes y la de trabajos forzados no se imponían a los nobles. Ordinariamente la justicia, muy benigna con los españoles nacidos en la Península, era severa con los mestizos y los indios, y tolerante con los españoles americanos”.

Esta “pigmentocracia de la justicia” continúa vigente, en un país en el que el racismo está tan naturalizado que muy rara vez se lo discute.

Es la barbarie, hoy como siempre.

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