Es lugar común la crítica de los medios de comunicación social al Gobierno central en materia de libertad de expresión. El supuesto de ese lugar común es que el Gobierno central abusa de la libertad de expresión y que son los medios de comunicación social quienes la defienden, porque son esos medios de comunicación social quienes representan la voz crítica (que suele, además, autocalificarse de "libre e independiente") contra los abusos del Gobierno.
No desconozco los no escasos desatinos del Gobierno en materia de libertad de expresión. Pero esa crítica que se le formula es parcial e insuficiente: no se hace cargo de (al contrario, suele evadir o encubrir) las críticas que desde una idea de libertad de expresión que defienda un "debate público robusto" pueden hacerse.
El "debate público robusto" implica, al menos, dos circunstancias a propiciarse: la primera, la necesidad de que todos los miembros de la comunidad tengan la posiblidad de expresar sus puntos de vista, y la segunda, el que esos puntos de vista que se expresan puedan confrontarse unos con otros, en un proceso de deliberación colectiva. Los medios de comunicación social (de manera más incosciente que consciente, tal es su escaso nivel de autocrítica) defienden, no el "debate público robusto", sino el "libre mercado de las ideas", una postura teórica que supone que el Estado es el gran enemigo de la libertad de expresión y que la mejor política en materia de libertad de expresión es la ausencia de toda política. Yo sostengo que la crítica al Estado es correcta, pero parcial e insuficiente porque tomarse en serio el derecho a la libertad de expresión (al amparo de la idea de "debate público robusto") implica también criticar esa postura de "libre mercado de ideas", en la medida que, como argumenta Roberto Gargarella, de esa postura "se presupone una noción discutible de pluralidad de ideas, que parece asimilar a la misma con la pluralidad de propietarios (de periódicos, de TV, etc.). Se nos dice que abatiendo al Estado monopólico abrimos las puertas a la libertad de expresión. Pero lo cierto es que resulta perfectamente concebible una situación donde existan múltiples propietarios y "una sola voz" en juego. O, más habitualmente todavía, puede darse una situación en donde existan varios propietarios y algunas voces o temas sistemáticamente excluidos.
¿Les suena conocido? Ustedes como yo podemos imaginarnos no pocas voces o temas cuyo sesgo crítico es notorio (salvo para quienes por ignorancia no puedan o por conveniencia no quieran verlo) o voces o temas que de plano se excluyen (porque no calzan en el guion a seguir) de la información y opinión que difunden los medios de comunicación. El alto valor de la libertad de expresión se disminuye cuando se lo pone, en buena medida, al servicio de los intereses de unos cuantos propietarios.
Así, no pocos medios de comunicación social son hijos bastardos del poeta Neruda (permítaseme tomarlo a broma): les gusta callar porque están como ausentes. Eso sí, valga aclararlo: sólo cuando les conviene.
4 comentarios:
Para empezar, prefiero la expresión “medios de comunicación masiva” a la de “medios de comunicación sociales” (supongo que nos referimos a lo mismo: prensa, TV, radio), por considerar este último término sesgado por cuanto sugiere una “responsabilidad social” susceptible de prestarse a interpretaciones ideológicas en detrimento de la auténtica libertad de expresión, cuyo ejercicio, desde luego, siempre le parecerá a alguien “irresponsable” o incluso “anti-social”.
Ahora, resulta un poco difícil responder a tus argumentos, ya que me parece que criticas sin ofrecer soluciones. Realmente, me gustaría saber cómo, en términos prácticos y partiendo desde la realidad que describes, la de unos cuantos medios supeditados a los caprichos de sus dueños, podemos garantizar auténtica libertad de expresión a las voces “excluidas”, sobre todo en vistas de que tal libertad, según tu criterio, sólo existe en la medida en que exista la posibilidad de “confrontar” distintos puntos de vista. Lo único que se me ocurre es que tal vez, algún día, se podría inventar un sistema de comunicación que no tuviera dueño alguno, al cual todo el mundo tuviera acceso desde su casa o desde algún tipo de local especializado, y donde cada uno tuviera libertad para crear “páginas” donde constaran sus opiniones sobre los temas que quisiera, o participar en “foros” virtuales donde se pudiera intercambiar opiniones de una manera veloz y distendida. Pero claro, esto, hoy en día, es ciencia ficción.
Tal vez, y esto es puramente especulación, lo que realmente te parezca inadecuado es el hecho de que determinados medios se han ganado el distintivo de ser “sociales” por cuanto gozan de una audiencia no desdeñable en términos sociológicos (o electorales), y sin embargo las pocas “voces” cuyas opiniones se privilegian en estos mismos medios, se resisten a compartir su audiencia (su “lectorado”) con otras, y mucho menos debatir sus planteamientos. Y digo esto, porque es lo que observo en la praxis del gobierno actual, que evidentemente se resiente de que, mientras sus propios medios (El Telégrafo, por ejemplo) no gozan de una amplia aceptación pública, otros medios “corruptos” sí atraen a un público importante, de lectores o de espectadores, hasta el punto que el Gobierno ha cedido a la tentación, en contra de los más elementales principios éticos, de secuestrar regularmente a esas grandes y jugosas audiencias para fines propagandísticos propios. Frente a esto, hay varias cosas que valen la pena decirse.
Primero, que el resultado de estos secuestros no es, en la acepción normal del término, un debate. En un debate, cada participante se somete de antemano al cumplimiento de unas normas de conducta: en este caso, el gobierno se improvisa sus propias “normas” sobre la marcha. Además, debatir es un acto voluntario, no uno impuesto. Y finalmente, el gobierno se aprovecha de modo alevoso del factor sorpresa, imponiéndose sin aviso en el horario televisivo para intentar hacerse con una audiencia que esperaba ver otra cosa. Dicho en términos sencillos, lo que hemos estado viendo estos días es terrorismo mediático por parte del gobierno, para el cual, evidentemente, “todo vale”.
En segundo lugar, vale la pena insistir en eso de que tener una audiencia no es un derecho de nadie, sino un privilegio que uno tiene que ganarse. Libertad de expresión significa que yo puedo decir lo que quiero: no significa que tenga derecho a que otros me escuchen: eso sí, tengo derecho a perseguir esa “audiencia” de cualquier modo que no interfiera con la libertad de otros. En el caso que nos ocupa, un medio, por ejemplo, Ecuavisa, se labra a base de años de duro trabajo cierta aceptación y credibilidad. Se gana un público. Ahora, por mucho que a mí me parezca aprovechable ese público para mis propios fines, no tengo derecho a exigir que me cedan un espacio, pues eso significa saltarme aquel necesario y saludable proceso de ganarme la atención de la gente. (Eso sería un poco como si yo “exigiera” que publiques este comentario: no tengo, evidentemente, derecho a formular tal exigencia bajo ningún concepto.)
Y en último lugar, es muy cuestionable que el Estado, o el gobierno, o el Presidente de turno (por mucho que éste se haya autoconferido últimamente el título de Master of the Universe) sea un locutor válido en ese tipo de “debate”. Otra cosa fuera que se relegara al papel de simple moderador o de árbitro en ese “debate público robusto”, pero todos sabemos que en este país eso nunca sucederá. (Para muestra, de nuevo, un Telégrafo.)
”No desconozco los no escasos desatinos del Gobierno en materia de libertad de expresión. Pero esa crítica que se le formula es parcial e insuficiente: no se hace cargo de (al contrario, suele evadir o encubrir) las críticas que desde una idea de libertad de expresión que defienda un "debate público robusto" pueden hacerse.” (sic)
Talvez sea cierto el que tu no desconozcas los abundantes desatinos, torpezas y abusos del Gobierno en materia de libertad de expresión. Pero también es cierto, que no escatimas esfuerzos en minimizarlos, ablandarlos y difuminarlos, por tu no poco oculta simpatía a dicha gente.
Hasta donde se, libertad de expresión no solo significa poder opinar o hablar sobre lo que uno quiere. También implica poder decir lo que uno prefiere decir, y callar lo que no le interesa, por la razón que sea. Nadie puede obligarme a decir u opinar sobre tal o cual cosa. Y en eso, hay que diferenciar entre opinión y noticia. Un medio de comunicación puede tranquilamente abstenerse de publicar cierto tipo de noticias, porque le da la regalada gana, y no por eso está atentando contra la libertad de expresión. Si algo se puede criticar, es que si el medio en cuestión decide publicar un acontecimiento noticioso, tiene que hacerlo de la manera mas transparente, y sin recortes o limitaciones. Si aquí se rompió una taza y se quiere informar a los lectores o televidentes o radioescuchas de tal hecho, no se puede estar a medias tintas. Opinar sobre las razones del porqué se rompió la taza, qué llevó a su ruptura o que otras circunstancias estaban envueltas en dicha ruptura ya se enfoca mas en el campo de la opinión. Pese a eso, tampoco se puede opinar sin fundamentos, sobre dichas razones o circunstancias que llevaron a dicha ruptura. No obstante, se puede decir: en mi opinión y sin ninguna evidencia, yo creo que esto se debe a... cualquier cosa que me venga a la cabeza, proveniente de mi colon izquierdo, porque a la larga, libertad de expresión también implica libertad de expresar sentimientos, afectos, emociones, conjeturas y especulaciones. La única responsabilidad ante ello, es anticipar que lo opinado es simplemente eso, un borborigmo de mi tripaje, y que por nada, puede ser utilizado como sustento para acusaciones o afirmaciones de otra naturaleza, que requieran de inobjetables evidencias, o de fuertes indicios que obligan a pensar de tal o cual manera.
Ahora, hay que recordar a Xavier, que, gracias a sendos infaustos gobiernos, incluyendo al actual, la población en general es poco culta, -léase analfabetos funcionales- y la lectura es una cuestión mas bien esotérica y harto compleja. Por eso, el Telégrafo, no encuentra acogida en el populacho, pues quienes leen a El Universo, El Comercio, Hoy, La Hora, o tros, no son precisamente, esa mayoritaria masa de ecuatorianos que ponen presidentes y aprueban constituciones. Son las personas con un nivel educacional un poco mas elevado y sofisticado. Este hecho de por si, demuestra que la libertad de expresión también está supeditada hasta cierto punto, al tipo de expresión y las preferencias de la gente. El rotativo El Extra, vende mas que ningún otro medio escrito, simplemente porque ofrece al populacho eso que los medios serios no lo hacen: sangre, violencia, morbo, sexo. Las columnas de opinión de dicho medio son secundarias y hasta irrelevantes. A la gente no le preocupa lo que tengan que decir una caterva de “opinionados”, por muy ilustrados que éstos sean, sea cual sea su filiación política o ideológica. Es así que la gente mas o menos culta, prefiere leer a esa prensa corrupta, que a una caja de resonancia del gobierno, pues para seguir escuchando la misma perorata y cantaleta, basta y sobra con la burda, tautológica, simplona, intelectualmente limitada cansina propaganda oficialista.
¿Qué lleva a la gente a preferir seguir leyendo la prensa corrupta y ver los canales corruptos, en lugar de la "pulcra" "diáfana" y nada parcializada prensa oficialista? Tu mismo contesta esa pregunta.
El debate serio y robusto, solo podría darse en aquellas situaciones, en donde los participantes y los que lo escuchan o lo ven, tienen un nivel de educación mínimo tal, que les sirva como marco de referencia, para crearse sus opiniones y conclusiones de manera apropiada y en aras de un objetivo superior y mayor. Es decir, que sean capaces de entender de qué se trata el debate, y qué se presenta como alternativas. El pueblo ecuatoriano, en su gran mayoría, está compuesto de gente buena, sencilla, pero a la que se le ha negado la oportunidad de crearse dichos marcos de referencia. (Ojo no digo menos inteligente, sino menos educada y capacitada en lo académico) Por eso votan por el mas populista, el que grita mas duro, o el que ningunea mejor a los otros, o les ofrece derechos hasta las cuicas intestinales. No votan por lo que el sujeto piensa, por sus ideales y dialéctica. (Eso me llevó a apoyar a Correa cuando fue candidato, y lo segundo, mi "bacground" educacional, me llevó a criticarlo y condenarlo) Y peor aún, son incapaces de hacerse un juicio crítico, en base a muchas evidencias, que no son tan obvias para la mente no entrenada, es decir, para el ciudadano común, con una educación escueta, raquítica e incompleta. A eso añádasele una pizca de poca inversión en salud, y dádivas, y se obtiene la receta perfecta para tener una masa obnubilada y destellada.
Para que haya verdadera libertad de expresión, TODOS deberían ser capaces de deliberar de manera “seria y robusta”, pero para ello, se requiere de una educación seria y robusta, cosa que no es, ni ha sido, prioridad ni de éste, ni de ninguno de los gobiernos pasados. La educación nos hace libres, dicen por ahí. Un pueblo sin educación es un pueblo esclavizado, y por ende, la libertad de expresión en su forma mas pura, no tiene cabida, a menos que se combata dicha inequidad. Este gobierno es una muestra de lo que no se debe hacer al respecto, por mas que se jacten de lo contrario, y proclamen a los cuatro vientos, que defienden los “cuchumilcuchucientos” derechos esos con los que atiborraron la mamarrachada aquella que llaman constitución, y que consiguen suscriptores de los mismos, en cada tienda de barrio.
El momento que yo vea a un gobierno invirtiendo de verdad en educación, en salud, en obra pública con miras al futuro, evitando la dilapidación de fondos en obscenidades y absurdos como publicidad, obesa burocracia, chanchullos, peleas de cocineras, constituciones, elecciones cada 6 meses, y gastos inútiles de toda índole, y en su lugar, de muestras de apego a la ley, haciendo que ésta se cumpla a través del ejemplo propio, entonces creeré que se está avanzando. Cuando vea que hay un estado de derecho de verdad, que comienza con el respeto a, y la aplicación de los derechos mas básicos y primarios, y note que esa mentalidad empieza a propagarse en la población, (gracias a una buena y verdadera educación basada en el respeto a las norma y al derecho de los demás) y los esfuerzos a tal, estén encaminados a dar frutos en las siguientes generaciones y que luego se sostengan por si mismos, y se perfeccionen, entonces diré que se puede empezar a hablar de verdadera libertad de expresión. Pero para ello, se requiere de una primera piedra, y no se trata de esas primeras piedras que anda inaugurando a diestra y siniestra nuestro presidente y sus acólitos, y que jamás encuentran la segunda, tercera o cuarta piedras. Todo a medias, todo son parches y pantallazos, para apantallar. Puro show. Eso es deleznable y merece la mas corrosiva crítica.
Conformarse mediocremente con el despelote, o “estado convulso”, creyendo que de eso emergerá algo positivo y duradero, es simplemente rayar en una ingenuidad supina propia del teórico.
ER, todo bien con tu preferencia en los términos. Solo aclarar que utilizo el “social” porque esos medios se dirigen a la “sociedad”, no en razón de su supuesta misión “social”. Lo cual, por cierto, no desconoce que el uso de este derecho puede ser irresponsable u ocasionar daños al orden público (lo cual, de hecho, lo reconocen los instrumentos internacionales de derechos humanos, v. artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos que establece “responsabilidad ulteriores” para quienes realicen esos actos.)
Por cierto, ER, responder a mis argumentos no tiene relación alguna con que en esta entrada no ofrezca soluciones. Podrías criticar mi “argumento crítico” a pesar de esa carencia. En todo caso, tengo intención de explorar esas soluciones en otras entradas, ya algo se avizoró en la entrada “Zavala & La Rue (sobre la libertad de prensa)” en los dichos de La Rue (precisamente los que El Universo no exploró en sus publicaciones) en particular en lo referente a los segmentos diferenciados del espectro radiotelevisivo. Se puede sumar otras propuestas, pero será con ocasión de otra entrada.
En lo que me parece interesante de tu comentario, tú dices, “tener una audiencia no es un derecho de nadie, sino un privilegio que uno tiene que ganarse. Libertad de expresión significa que yo puedo lo que quiero: no significa que tenga derecho a que otros me escuchen” y yo estoy de acuerdo. Pero acaso también podamos estar de acuerdo que la frase es insuficiente porque sólo se hace cargo de la posición del individuo (lo que se conoce como la dimensión individual de la libertad de expresión) y no de la posición de la sociedad en relación con el debate (de ahí que reivindique el uso del término “social”) la que tiene el derecho, como lúcidamente apunta Owen Fiss, a “escuchar un debate pleno y abierto de los asuntos de importancia pública” (lo que se conoce como la dimensión social del derecho a la libertad de expresión). A sabiendas de la insuficiencia de la libertad de empresa (cuya máscara es la libertad de prensa, como bien observó Arturo Jauretche) para satisfacer este derecho de la sociedad (a pesar de la aceptación o popularidad que puedan tener ciertos medios de comunicación social) es que se advierte la necesidad de explorar mecanismos para fortalecer ese “debate público robusto”. Lo que no quiere decir, como equivocadamente intuyes, que Ecuarrisa tenga que ofrecerme un espacio que se ha ganado “a base de años de duro trabajo” sino la necesidad de crear y fortalecer espacios alternativos a ese efecto.
Finalmente, no concuerdo con que la intervención del Estado en el debate sea cuestionable, ni que su rol deba ser el “de simple moderador o de árbitro”. Creo que el Estado tiene la obligación de decir muchas cosas, de exigir explicaciones y de rendir cuentas, como toda otra persona o grupo que intervenga en el debate. Y sobre el Presidente como “Master of the Universe”, la imagen es muy chistosa. Yo alguna vez, a instancias del buen toxicómano que es Charly García, postulé sus ínfulas de superhéroe: http://xaflag.blogspot.com/2007/03/superhroes.html
JS, le he tomado cariño a tus letanías. Veamos. En principio, quisiera que me demuestres cuáles son los esfuerzos que yo no escatimo para “minimizar, ablandar y difuminar” los desatinos del Gobierno en materia de libertad de expresión: no podrás hacerlo. En realidad, he dicho no pocas cosas al respecto, sobre la colegiación obligatoria (http://xaflag.blogspot.com/2008/01/entendiendo-la-colegiacion-obligatoria.html), sobre la censura previa (http://xaflag.blogspot.com/2009/03/sobre-la-censura-previa-critica-al.html) , sobre las leyes de desacato (http://xaflag.blogspot.com/2007/05/el-delito-de-desacato.html)... Cosa muy distinta, es que yo decida no hacer el coro con quienes abusan de los adjetivos, acaso para dispensarse de la posibilidad de pensar los necesarios matices de toda idea.
En relación con tu postura sobre la libertad de expresión, tienes algunas ideas interesantes para el debate. “Nadie puede obligarme a decir u opinar sobre tal o cual cosa”: muy de acuerdo desde la dimensión individual de la libertad de expresión, no tanto desde su dimensión social. Si un medio de comunicación social se autoproclama libre e independiente, dice que busca la verdad y que tiene objetividad en la presentación de las noticias y en el análisis de los hechos, podemos convenir que la vara de su responsabilidad es más alta que la que tiene un quídam, la de un individuo cualquiera: tiene que estar a la altura de esos postulados y no puede permitirse la parcialidad. Ese, es muy evidente, no es el caso de los medios de comunicación locales. Cosa distinta sería si el medio de comunicación hace (como lo hacen algunos medios en los Estados Unidos, tú lo debes saber mejor que yo) una declaración de su postura política (por ejemplo, el NY Times declaró su apoyo a Obama http://www.publico.es/internacional/167784/the/new/york/times/obama y lo hicieron también The Washington Post, Los Angeles Times y el Chicago Tribune- http://www.publico.es/165983/obama) y uno, ahí sí, sabría como lector a qué atenerse. Pero esa honestidad en el mundo hipócrita de la prensa local es todavía impensable. Ahora, estoy muy de acuerdo (en realidad, esto es de Perogrullo) con que si el medio de comunicación “decide publicar un acontecimiento noticioso, tiene que hacerlo de la manera más transparente” y que, en el campo del periodismo de opinión, “tampoco se puede opinar sin fundamentos”. Esto es, espero convenir contigo, precisamente lo que no suele suceder en el ámbito local, donde una serie de sujetos hacen casus belli de los “borborigmos de su tripaje” y no tienen la decencia de anticiparnos de ello.
Noto que en tus últimas intervenciones has elevado al estatus de obsesión el tema educativo. En este caso, lo haces para probar (Perogrullo is back) que la gente (los que llamas “analfabetos funcionales”) lee más El Extra que el Expreso (el dueño de ambos, dijo alguna vez que su negocio era “la sangre y el semen”). A continuación, formulas un comentario sobre el “debate público robusto” y una crítica al trabajo en materia de educación que ha realizado el Gobierno central actual. Me referiré brevemente a ambas cosas. Sobre el “debate público robusto”, es importante que te enteres que el tener marcos de referencia no es condición sine qua non para participar de ese debate. Lo que interesa en este debate, sea dicho al amparo de Nino, es que “a través de la participación de los interesados que hacen saber a los demás cuáles son sus intereses y qué intensidad tienen, hacen notar cuándo no son tomados en cuenta con igual peso que otros, traen al debate información relevante, detectan en los razonamientos ajenos errores lógicos” se maximice “la imparcialidad, la racionalidad y el conocimiento” de las decisiones públicas. (Nino, Carlos Santiago, Los Escritos de Carlos S. Nino, Derecho Moral y Política, Tomo II, Editor: Gustavo Maurino, Prólogo: Owen Fiss, Pág. 202). Sobre el trabajo del Gobierno en materia educativa, te confieso que no he estudiado el tema a profundidad. Sin embargo, el que la prensa no lo ataque es, en principio, un buen síntoma. Que este como Ministro Raúl Vallejo es también buen síntoma. El que en una reunión que sostuvimos el año pasado el staff de editorialistas de El Universo con Vallejo para escuchar su exposición de los programas que desarrolla el Ministerio a su cargo (lo que mereció el elogio mesurado de los presentes, salvedad hecha por la siempre presente y por supuesto muy justificada crítica a la presencia del MPD en la educación) es otro buen síntoma. En realidad, es probable que sea difícil mensurar si estos síntomas que he percibido se convertirán en resultados concretos y positivos: pero sí tengo la certeza de que un período de dos años es demasiado breve para saberlo. En todo caso, esos síntomas (la página del Ministerio puede resultarte ilustrativa al respecto www.educacion.gov.ec) merecen más atención, en todo caso, que tu diatriba permanente sin referencia a premisas que le concedan mínimo sustento (porque a ese estatus no arriba tu efervescente coprolalia)
Dicho sea al pasar, muchos de esos adjetivos (que sueles dilapidar con entusiasmo digno de mucha mejor causa) no merecen mi mayor atención. Y, finalmente, en relación con mi “ingenuidad” propia del teórico, ya me referí a ella en otras entradas: una en la que postulé una idea de Nietzsche como soporte (http://xaflag.blogspot.com/2009/02/no-solo-lo-ilegible-sucede.html) y otra sobre el por qué me interesa escribir lo que escribo (http://xaflag.blogspot.com/2009/03/por-que-no-debate-nebot.html, comentario del 22/03/09 21:50) No creo necesario añadir nada más a lo en ellas dicho. Salute.
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