Escribo esta entrada a
instancias de un comentario de mi amigo Juan Paz y Miño en una entrada anterior
(’10 de agosto’). Voy a razonar mis dichos sobre el 10 de agosto hechos en esa
entrada, en tres puntos: 1) El uso
del término “magnates del Interande
norte” para referirme a los actores principales de las acciones del 10 de
agosto; 2) La caracterización de
dichas acciones como “ladinas”; 3) La caracterización de dichas
acciones como “fallidas”.
1) Sobre
la denominación “magnates del Interande
norte” para los principales actores de los hechos del 10 de agosto, dicha
denominación es apropiada: tanto en inglés como en español el término “magnate”
se refiere a una persona poderosa (tal vez un matiz sea que en inglés ha tenido
una acepción más económica, mientras que en español ha tenido un dejo de prosapia:
“Personaje muy ilustre y principal por su cargo y poder”, dice la RAE). Pero lo
menos que puede predicarse de los actores principales del 10 de agosto que fueron
personas poderosas (la mayoría de ellas, nobles y adineradas).
Con relación a “del Interande norte”, pues ninguna otra
ciudad importante de los alrededores plegó al llamado de Quito. Las capitales
de provincia (Popayán, Cuenca, Guayaquil) apoyaron a las fuerzas que fueron a
“pacificar” la región.
2) Sobre
el término “ladinas”: el objetivo de
los hechos del 10 de agosto de 1809 nunca fue la independencia, pues eso no se
desprende de ninguno de los documentos producidos a raíz del 10 de agosto de
1809.
En rigor, los sucesos del
10 de agosto de 1809 fueron “autonomistas”
y no “independentistas”. Esa es la
opinión, por ejemplo, de Manuel Chust: “Los quiteños de 1809 no eran
independentistas, eran claramente autonomistas”, que este historiador español extiende
a todo movimiento juntero anterior a 1810: “hasta 1810 no hubo ningún
movimiento juntero o acción que
promoviera de manera general la independencia” (1). El marqués de Selva Alegre, presidente de la Junta formada a
raíz del 10 de agosto, explicó el alcance de la gesta:
“Habiendo
la Nación Francesa subyugado por conquista casi toda España coronándose José
Bonaparte en Madrid, y estando extinguida por consiguiente la Junta Central que
representaba nuestro legítimo Soberano, el pueblo de esta Capital, fiel a Dios,
a la patria y al Rey, […] ha creado otra [junta] igualmente suprema e Interina
[…] mientras S.M. recupera la península o viene a imperar en América” (2).
Me permito entonces llamar
a estas acciones “ladinas”, porque
si su secreta intención era obtener la independencia, esa intención resultó tan
secreta que jamás se expuso al público, o puesto de otra manera, ante la
opinión pública sostuvieron opiniones (necesariamente) distintas a las que
realmente albergaban. Ese es un actuar “ladino”:
“Astuto, sagaz, taimado”, en el significado primero del término en el
diccionario de la RAE.
En rigor, creo que
“ladina” realmente es la representación
que se hace de los hechos. Porque a los hechos del 10 de agosto, la mejor caracterización
que cabe hacerle, es la de “autonomistas”. El motejarlos de
“independentistas” es un exceso.
3) Finalmente,
calificar de “fallida” a la revuelta
autonomista del 10 de agosto de 1809 es pertinente porque una vez apagados sus
rescoldos a fines de 1812, Quito volvió a ser española sin alteraciones hasta
después del 9 de octubre de 1820, que fue el siguiente episodio que marcó una
ruptura con el dominio del Reino de España en la Audiencia de Quito.
(1) Chust,
Manuel, ‘Un bienio trascendental:
1808-1810’, pp. 27, 40, en: Chust, Manuel (coord.), ‘1808. Eclosión juntera en el mundo hispano’, Fondo de Cultura
Económica y Colegio de México [Colección Fideicomiso de Historia de las Américas], México D.F., 2007.
(2) Citado
por Rodríguez O., Jaime E., ‘El Reino de
Quito, 1808-1810’, en: Chust, Manuel (coord.), ‘1808. Eclosión juntera en el mundo hispano’, Ibíd.
1 comentarios:
Xavier, me gustaría tú comentario sobre el real cambio o no de las relaciones sociales antes y después de 1830.
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