En un post anterior he contado
la historia del “señor Vinelli, héroe local” (1). En nuestra Guayaquil, fue él quien desafió la convención
imperante en su tiempo (en una sociedad conservadora y católica) según la cual
los que se bañaban en Viernes Santo se convertían en pescados. El “señor
Vinelli” (la fuente de esta historia, el libro ‘Rielando en un mar de
recuerdos’, de Carlos Saona, no precisa otro detalle para identificarlo como no
sea su sociedad con un señor de apellido Pérsico) era la viva prueba de que esa
creencia era absurda, pues cada Viernes Santo “iba y venía a pié todo ese largo
camino” en lo que constituía un acto de valentía, según lo reseña Saona:
“No es esto lo
más admirable, sino su valor para
desafiar la creencia general de que las personas que se bañaban en viernes
santo se convertían en pescado” (2).
Tan admirable como el valor de Vinelli, es el hecho de que alguna vez
las aguas del estero Salado eran consideradas “medicinales”. En la historia de
Vinelli, ese “héroe local”, la motivación para desafiar a la convención
católica de la conversión en pescados (que de chico la escuché de boca de mi
abuela, por cierto) era tomar su “baño medicinal”. El escritor Jorge Martillo
Monserrate rememoró en las páginas de El universo cómo los ciduadanos de
Guayaquil se relacionaban con su brazo de mar:
“Sus aguas
eran tan limpias que algunos tomaban baños medicinales. Las sesiones curativas
consistían en siete baños, sin faltar un solo día. El tratamiento se iniciaba
en las mañanas cuando el Salado estaba en pleamar” (3).
Que a principios del siglo
pasado, las aguas del estero hayan sido no sólo de uso recreativo (como lo fue
para mis abuelos, de hecho) sino incluso “medicinal” es algo impensable para
generaciones de guayaquileños que se han acostumbrado a la contaminación del
estero Salado, al hecho de que la mayoría de guayaquileños tenemos una relación
de asco con los esteros de la ciudad por su alto nivel de contaminación y su
hediondez. La permisividad para pasar de un estero de carácter “medicinal” a
uno putrefacto dice mucho de la sociedad de Guayaquil como dócil y
desarticulada, incapaz de resistir y preservar los recursos naturales de su
ciudad frente al afán irresponsable de lucro de algunas industrias
contaminantes y empresas constructoras, así como frente a la incapacidad,
desidia o complicidad (según el momento histórico) de las autoridades
municipales, que en los últimos cincuenta años han permitido su contaminación al punto tal de convertir a los esteros en
lo contrario de lo que eran: de baños medicinales a riesgos para la
salud.
El guayaco, que en materia
política está acostumbrado a muy poco (ajeno como está a experiencias de excelencia)
no supone merecer más que esta podredumbre. En otras partes del mundo, estos
niveles de contaminación llaman la atención. Por ejemplo, en un artículo del
periódico inglés The Guardian:
Fuente: Twitter de Frederika Whitehead. |
En el artículo ‘Ecuadorians tired of waiting for a cleanup of Guayaquil’s filthy waters’ ['Ecuatorianos cansados de esperar por la limpieza de las sucias aguas de Guayaquil'], de
Frederika Whitehead, se señala una cuestión que aunque resulta evidente, la
mayoría de los guayaquileños no se ha detenido a pensar: los servicios de agua
potable y alcantarillado (de responsabilidad de Interagua desde el año 2001) no
son provistos a una porción significativa de la población. En la nota de prensa
publicada en el periódico inglés, la compañía Interagua explicó su modus
operandi: “Los que no tienen títulos legales no tienen derecho a recibir los
servicios” (4). El alcalde ha sido
enfático en este punto y lo ha hecho ver, en una sesión del Concejo Municipal,
como una decisión que él ha tomado por cuenta propia:
“Yo he
tomado la decisión de que aquí no vamos a legalizar un terreno ni vamos a poner
una volqueta de cascajo ni un metro cuadrado de asfalto ni un metro de tubería
de alcantarillado de agua potable más allá de la Sergio Toral” (5).
Esto quiere decir que
cientos de miles de personas, por decisión expresa del alcalde, son privadas de
recibir servicios y obras públicas. Su marginación es un vivo ejemplo de
“desigualdad estructural” que el socialcristianismo no sólo no revierte sino
que agrava con su legislación y sus políticas públicas. Esas personas, víctimas
de esta desigualdad estructural que ha “naturalizado” la sociedad guayaquileña,
son gentes abandonadas a su suerte por el “pecado” de vivir en la extrema
pobreza y por la ausencia de canales para hacer oír su voz (6).
El diario inglés The
Guardian informa que “las peores muestras [recogidas en el estero Salado]
tienen 100 veces más material fecal que el límite legal”. Desde el crecimiento
no planificado de la ciudad en los años cincuenta (maldición que parece no tener
fin) lo que antes eran “aguas limpias” de uso recreacional e incluso medicinal,
hoy son un líquido putrefacto y contaminante.
La fantasía del “sueño
guayaquileño” de tener una Alcaldía eficiente y una ciudad próspera omite, por
supuesto, toda referencia a que el brazo de mar de la ciudad (una
característica singular que, bien explotada, traería enormes réditos
turísticos), aún después de casi un cuarto de siglo de administración
socialcristiana, se mantiene pútrido y hediondo. Esto, a pesar de haber sido
su recuperación integral una de las promesas del alcalde Nebot cuando presidió las primeras Fiestas Julianas (7).
Porque de esto se trata el
“sueño guayaquileño” de las supuestas Alcaldía eficiente y ciudad próspera, que sólo existen como recursos retóricos, transmitidos por una prensa complaciente: de que, parafraseándolo al genial
George Carlin, “debes de estar dormido para creértelo” (8).
(1)
‘Pescaditos’, Xavier Flores Aguirre.
(2)
Ibíd.
(3)
‘De baños curativos al Malecón del Salado’, Jorge Martillo, 30 de mayo de 2006.
(4)
‘Ecuadorians tired of waiting for a cleanup of Guayaquil’s filthy waters’,
Frederika Whitehead, 26 de mayo de 2016.
(5) ‘Acta de la Sesión Ordinaria del M. I. Concejo
Cantonal de Guayaquil, celebrada el 07 de octubre del año 2010’, Alcaldía de Guayaquil, p. 12.
(6) ‘Extrema y permanente desigualdad en Guayaquil’, Xavier Flores Aguirre, 13 de junio de
2016.
(7) La
fantasía se alimenta de relatos escritos por funcionarios incompetentes: ‘El estero de la fantasía’, Xavier Flores Aguirre, 6 de agosto de 2016; para la promesa del alcalde, v. ‘Promesas incumplidas (15 años después)’, Xavier Flores Aguirre, 25 de julio de 2016.
(8)
George Carlin – ‘El sueño americano’ [Extracto subtitulado del video ‘Life is worth
losing’ (2005)], You Tube; sobre la sociedad guayaquileña durmiente, v. 'Ciudad dormida', Xavier Flores Aguirre,
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