Como pocos partidos
políticos en el Ecuador, la extinta Democracia Popular podía jactarse de haber
colocado dos Presidentes de la República. Pero era mejor que la DP no se jacte
de nada, pues ambos fulanos resultaron un desastre.
El ibarreño Enrique Ayala
Mora, en su libro ‘Resumen de Historia
del Ecuador’ (1), describió de
manera sucinta a los gobiernos del incompetente de Osvaldo Hurtado (1981-1984)
y del fracasado de Jamil Mahuad (1998-2000), en los siguientes términos:
Osvaldo Hurtado.- Su gobierno “enfrentó la crisis tomando medidas
que afectaban duramente los ingresos de
la mayoría, cediendo a presiones de las élites y del Fondo Monetario
Internacional (FMI). Realizó la sucretización,
un arreglo de la deuda externa de
resultados desastrosos. La protesta social liderada por el FUT hizo
tambalear al régimen, pero logró mantenerse, sin cambiar sus políticas” (p.
117).
Jamil Mahuad.- Su gobierno “tomó medidas de ajuste, dejó crecer los conflictos y sacrificó a la mayoría nacional para
proteger los intereses de los banqueros que financiaron su campaña. En
marzo de 1999 decretó un feriado bancario y una congelación de depósitos, afectando a cientos de miles de personas.
Entregó sin beneficio para Ecuador, renunciando
a la soberanía nacional, la base de Manta a fuerzas norteamericanas.
Frente al descontrol económico y una inflación que llegó a más de 20.000 sucres
por dólar, para evitar su caída, por presión de poderosos intereses decretó la
“dolarización” de la economía nacional, sin estudios técnicos ni preparación” (2) (p. 121).
Dos presidentes de la
derecha serrana, sometidos a los poderes fácticos nacionales e internacionales,
cuyas decisiones tendieron a favorecer a unos cuantos poderosos en grave
perjuicio para las grandes mayorías. Es decir, lo típico de la derecha en el
poder.
(1) Ayala
Mora, Enrique, ‘Resumen de historia del Ecuador’, Corporación Editora Nacional, Quito, 2008 [Tercera edición]. Los
resaltados no son del original.
(2) Este
chiripazo de Mahuad, la dolarización,
se ha sostenido por la idea compartida de que resulta mucho mejor restringir
ciertas competencias (las políticas monetaria y cambiaria) a nuestras
autoridades. Es un sentido homenaje que nuestros políticos le rinden a su
ineptitud, v. ‘Robert Barro sobre la dolarización ecuatoriana’.
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