He contado en una entrada anterior la vez que decidí ser carnívoro el resto de mi vida. Sucedió en la
Argentina, país propicio a la buena carne, en un campo en las afueras de
Mendoza. Todo era ideal: la carne, el vino, el ambiente. Fue un momento digno
de justificar el eterno retorno.
Ese fue el día en el que abandoné
el prejuicio urbano (debo decir, de algunos urbanitas)
de la sacralidad de la naturaleza.
Los animales son hermosos, también en mi plato.
Y acepté en mi corazón,
todavía sin conocerla, la frase atribuida a Fran Lebowitz que leí años después en Brasil: “Mi animal preferido es
el bife” (1).
(1)
de Lara, José Francisco (comp.), ‘Ironia.
Frases soltas que deveriam ser presas’, Cócegas Editora, Curitiba, 2005, p.
79.
0 comentarios:
Publicar un comentario