Pons se puso el quepis

30 de septiembre de 2022

Publicado en diario Expreso el 30 de septiembre de 2022.



Antonio Pons Campuzano, nacido en Guayaquil, médico, hijo de catalán y paisa, a sus 37 años se encumbró a la máxima autoridad del Poder Ejecutivo por un mes y pocos días del año 1935. En esa época, la Constitución de la República (la décimo segunda, de 1929) disponía que el reemplazo del Presidente, por ausencia temporal o definitiva, era su Ministro de lo Interior. La interpretación arbitraria que de esta disposición hicieron los militares es lo que condujo a Pons a la cumbre del Poder Ejecutivo.

 

Pons era Ministro de lo Interior en la primera Presidencia Constitucional de Velasco Ibarra. El 20 de agosto de 1935, alrededor de las 9 de la mañana, él presentó su renuncia al Presidente. Según lo cuenta en su libro ‘Contra el zarpazo de la garra política’, publicado en Buenos Aires en 1936, esa mañana “fui sorprendido con la presencia de un regimiento que al compás de su banda militar se acercaba a los bajos del Palacio […] Y a poco se me dijo que su objeto era la promulgación de un Decreto asumiendo la Dictadura el doctor Velasco Ibarra”. En desacuerdo con esta dictadura, contra la que él había advertido, Pons renunció a su cargo.

 

El intento dictatorial de Velasco Ibarra fracasó. Con Velasco fuera de juego, era necesario que se designe a alguien en su reemplazo, en calidad de Encargado del Poder. El gobierno de los civiles y su beligerante Congreso, bajo la Constitución de 1929, había sido un rotundo fracaso: ningún Presidente terminaba su período y se vivía en permanente estado de pugna y zozobra. Era un buen momento para prescindir de ellos. Era el turno de los militares.

 

En Quito, Pons vivía en el hotel Savoy. Allá fue la alta oficialidad del Ejército para ofrecerle el Encargo del Poder. Antes de su caída, en la tarde del 20 de agosto, Velasco Ibarra había aceptado la renuncia de Pons. Pero esto no le importaba, ni a Pons ni a los militares, que omitieron este detalle que a Pons inhabilitaba (el designado por Velasco in extremis en reemplazo de Pons era un tal Carlos Guerrero). Pons empezó su gobierno el 21 de agosto de 1935.

 

En su gobierno, como él mismo lo reconoció en su libro, apenas pudo contemplar “el desarrollo de los acontecimientos sin poder, honradamente, contener el desbordamiento de tanta pasión política y tanta ambición desenfrenada”. Para él, nada peor que la “Garra política” (representada en Arroyo del Río) a los que definió como “Poder, Poder y Maldad”. El 26 de septiembre Pons recogió sus pasos y decidió renunciar a su Encargo.

 

Y aquí fue que el civil se puso el quepis, porque en vez de renunciar ante el Congreso para seguir el procedimiento constitucional, él decidió hacerlo ante la alta oficialidad del Ejército porque los consideraba “el mejor intérprete de los sentimientos cívicos”. Ese día de septiembre convocó en la Casa Presidencial “al Inspector General del Ejército y a los representantes de las principales dependencias del Ministerio de Guerra y de los cuerpos de línea”, y ante ellos, “es decir, ante el Ejército ecuatoriano, renuncié mi cargo después de exponerles la honradez de mis propósitos y los sentimientos patrióticos del Gobierno”.

 

El Ejército ecuatoriano decidió el reemplazo de Pons. Empezamos a vivir en dictadura.

 

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Fuentes:

* La principal fuente de este artículo es el opúsculo de Pons ‘Contra el zarpazo de la “garra política”’. Las citas corresponden a las siguientes páginas: “fui sorprendido con la presencia de un regimiento…” (p. 7); “el desarrollo de los acontecimientos…” y “Poder, Poder y Maldad” (p. 16); “el mejor intérprete…” (p. 10); “al Inspector General del Ejército…” y “es decir, ante el Ejército ecuatoriano…” (p. 20). Una sucinta biografía en: ‘Antonio Pons’ (Ecured).

* Los artículos de la Constitución del año 1929 que disponían el reemplazo del Presidente o del Encargado del Poder por su Ministro de lo Interior son los siguientes:

Título VI

Sección I. Disposiciones generales

(…)

Art. 79.- En caso de falta del Presidente de la República, de enfermedad u otro impedimento accidental que pase de diez días te subrogará el Ministro de lo Interior, y, en el orden cronológico de sus nombramientos, los demás Ministros.

Por falta o impedimento accidental de cualquiera de los subrogantes, hará sus veces el que le siga, según el orden expresado, mientras asuma el ejercicio del Poder Ejecutivo el llamado por la Ley.

Art. 80.- El Presidente de la República cesa en sus funciones por terminación del período fijado en la Constitución, y deja vacante el cargo por muerte, destitución, admisión de renuncia o incapacidad física permanente declarada por el Congreso.

Art. 81.- Cuando, por cualquiera de las causas expresadas en el Artículo anterior, vacare el cargo de Presidente de la República, el Ministro subrogante, con arreglo al Artículo 79, se encargará del Poder Ejecutivo, y, dentro de los ocho días siguientes a la fecha en que hubiere ocurrido la vacante, convocará a elecciones, las que deberán estar terminadas en el plazo de dos meses, a lo

más, contados desde la misma fecha. Efectuadas las elecciones, el Congreso ordinario siguiente practicará el escrutinio hasta el veinte de Agosto, a más tardar, y el primero de Setiembre inmediato el Encargado del Poder Ejecutivo cesará en sus funciones y empezará el nuevo período constitucional.”

* Un libro que contiene un relato bien documentado sobre la caída de Velasco en su primera presidencia es: Norris, Robert, ‘El gran ausente’, Tomo I, Ediciones Libre Mundi, 2004, Quito, pp. 227-245.  


Sobreviviendo

23 de septiembre de 2022

            Publicado en diario Expreso el 23 de septiembre de 2022. 


El 23 de septiembre de 1830 el Presidente Juan José Flores puso el ejecútese y entró en vigor la primera Constitución del Estado del Ecuador, siendo este Estado una de las dos secesiones que en 1830 sufrió la República de Colombia que se montó el Libertador. La secesión del Ecuador fue incruenta: actas, elecciones, reunión en Riobamba de los representantes de tres Departamentos (Azuay, Guayas, Quito) y el paso del militar caribeño Flores de Prefecto de un Distrito de la República de Colombia a Presidente del Estado del Ecuador. Él debió gobernar hasta el 10 de septiembre de 1834. Y no sólo que lo hizo, sino que logró sobrevivir y acomodarse.

 

El Estado del Ecuador, durante el gobierno de Flores, fue ultraviolento. Al final de su gobierno, el Ecuador estaba partido en dos. Por una parte, la Jefatura Suprema de los Departamentos de Quito y Azuay, cuyo Jefe Supremo era un antiguo colaborador del gobierno de Flores, José Félix Valdivieso. Sus tropas ocuparon Quito el 13 de julio y Cuenca el 25 de agosto de 1834. Esta Jefatura Suprema convocó a una Asamblea Constitucional que se reunió en Quito y que empezó a funcionar el 7 de enero de 1835. En Cuenca se instaló una Jefatura Superior, subordinada a Quito, a cargo de José María Borrero.

 

Por otra parte, el Jefe Superior del Departamento del Guayas era Vicente Rocafuerte, aliado con el Presidente Flores. En principio Flores lo combatió a Rocafuerte, pero cuando supo de la sublevación de Valdivieso en la Sierra, comprendió que su alternativa para mantenerse en las altas esferas del poder ecuatoriano era apoyar que Rocafuerte se eleve a la Presidencia. Él comandaría sus tropas en esta guerra civil.

 

Llegó el 10 de septiembre de 1834 y concluyó el período de gobierno de Flores, sin poder seguirse un procedimiento constitucional para su sucesión. En Guayaquil, ese mismo día se reunió una Junta para designar a Vicente Rocafuerte como Jefe Supremo del Departamento del Guayas.

 

Ocurrió entonces la batalla entre las Jefaturas Supremas. Sus tropas se enfrentaron en Miñarica, en las cercanías de Ambato, el 19 de enero de 1835. Triunfaron Rocafuerte y Flores. El Ecuador estuvo a punto de echarse a perder, porque enterados en Quito de la derrota en Miñarica se disolvió la Asamblea Constitucional y, según cuenta el historiador quiteño Salvador Lara, los quiteños “cayeron en el absurdo de proclamar la muerte del estado ecuatoriano […]. En Tulcán, presididos por el general Matheu, decretaron la anexión a Nueva Granada; el odio político les llevó a traicionar sus ideales de siempre: la autonomía de Quito. Don Roberto Ascázubi, comisionado para ello, pasó por la vergüenza de que el gobierno de Bogotá rechazase tal acta”.

 

El Ecuador sobrevivió porque a Quito la rechazaron. Los triunfadores de Miñarica convocaron a una Asamblea Constitucional que volvió a reunir a representantes de los Departamentos de Azuay, Guayas y Quito, para aprobar una nueva Constitución que regule sus relaciones.

 

Esta Asamblea Constitucional de 1835 decidió que el Estado del Ecuador iba a ser República y que su primer Presidente iba a ser Rocafuerte. Y Flores sobrevivió y se acomodó: la Asamblea lo nombró General en Jefe de los ejércitos de la República del Ecuador.

 

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Fuentes:


* Las fuentes principales de esta columna son: Van Aken, Mark, ‘El rey de la noche’, Banco Central del Ecuador, Quito, 2005 [segunda edición] y las introducciones históricas de los libros recopilatorios de las actas del Congreso Constituyente de 1830 y de la Asamblea Constitucional de 1835, de autoría de Francisco Ignacio Salazar Arboleda.


* La cita de Jorge Salvador Lara sobre el rechazo de Bogotá a Quito consta en: ‘Los comienzos de la República (1830-1845)’, en: ‘Historia del Ecuador’, Vol. 6, Salvat, Barcelona, 1980, p. 26

El banquero Arosemena

16 de septiembre de 2022

 

            Publicado en diario Expreso el 16 de septiembre de 2022.



La revolución Juliana la hicieron en 1925 oficiales jóvenes del Ejército ecuatoriano para derrocar el régimen político que defendió los intereses de la banca guayaquileña por encima de los intereses colectivos. El producto jurídico de la revolución, la Constitución de 1929, cambió el sistema de gobierno de presidencialista a semiparlamentario. Bajo su imperio, ningún Presidente pudo concluir su período de cuatro años.

 

El rol del Congreso ecuatoriano fue clave para la inestabilidad política. A Neptalí Bonífaz, elegido Presidente en las elecciones de octubre de 1931, el Congreso lo descalificó por peruano. A Juan de Dios Martínez Mera, elegido Presidente en las elecciones de octubre de 1932, el Congreso le impidió gobernar, pues le destituyó varias veces su gabinete de gobierno y, finalmente, el Congreso lo destituyó. Velasco Ibarra, elegido Presidente en diciembre de 1933, quiso declararse dictador para desconocer la Constitución y evitar así los controles del Congreso, pero las tropas no lo apoyaron y fue orillado a renunciar.

 

A partir de este momento, fines de 1935, el Ecuador empezó a ser gobernado por dictaduras (el ingeniero Páez, el general Enríquez) y breves gobiernos civiles de encargo (Pons, Borrero, Mosquera, Arroyo del Río, Córdova, Moreno). La Constitución de 1929 ya no rigió. Se reunió una Convención Constitucional en 1938, pero la Constitución que produjo no entró en vigor. El Ecuador volvió a realizar una elección popular en enero de 1940. Triunfó Arroyo del Río, quien tampoco concluyó su período de gobierno por la irrupción de la revolución Gloriosa.

 

Volvió entonces Velasco y, por aclamación popular, empezó un gobierno de facto el 31 de mayo de 1944. La Asamblea Constitucional que se reunió tras el triunfo de la Gloriosa lo declaró Presidente el 10 de agosto de 1944 y elaboró una nueva Constitución, de cuño liberal. Velasco se negó a gobernar con esta Constitución y se declaró dictador y organizó una nueva Asamblea Constitucional, que lo eligió Presidente el 10 de agosto de 1946 y que elaboró otra Constitución, de cuño conservador y a gusto suyo. Velasco tampoco terminó su período, pues lo destituyó un golpe militar.

 

El golpe militar resultó un “blooper”, pues duró pocos días. Asumió la Presidencia el Vicepresidente de Velasco y se reunió en seguida un Congreso Extraordinario para nombrar un nuevo Vicepresidente de la República, designación que recayó en el banquero guayaquileño Carlos Julio Arosemena Tola. Entonces el Presidente renunció para que el Vicepresidente Arosemena asuma la Presidencia, con el propósito de reestructurar las finanzas del agobiado país y organizar unas elecciones libres.

 

Justo es decir que en su casi año de gobierno (16 de septiembre de 1947-31 de agosto de 1948) el Presidente Arosemena cumplió dignamente su encargo. Las elecciones que en su gobierno se organizaron, inauguraron desde 1948 un nuevo período de estabilidad política en el Ecuador.

 

La revolución Juliana abrió una etapa de inestabilidad política que duró 23 años y se hizo para derrocar un sistema que beneficiaba a la banca guayaquileña. Paradójicamente, este período de inestabilidad política por ella abierto, un banquero guayaquileño lo clausuró.     

 

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Fuentes:

* Para una perspectiva de la revolución juliana y su lucha contra la “bancocracia”, v. Paz y Miño, Juan, “La revolución juliana. Nación, ejército y bancocracia” (2002), en especial, pp. 7-11 (“Introducción”).

* El cambio de presidencialismo a semiparlamentarismo en la Constitución de 1929 recibió numerosas críticas, como ésta, hecha por el político e historiador Alfredo Pareja Diezcanseco: “Esta nueva Constitución resultó un curioso y fracasado ensayo de régimen seudoparlamentario, inoperante en nuestro país. Según la Constitución de 1929, aunque no consagraba el régimen parlamentario, el poder legislativo prácticamente era omnímodo (…). Un país como el nuestro, con otros problemas, sin cultura política esencial entre el pueblo, con otra tradición en su estructura administrativa, no podía ser gobernado con la Constitución de 1929. El Poder Ejecutivo, independiente de la influencia del legislativo y bastante fuerte, es la tradición americana, proveniente de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica…”, en: “Los gobiernos de la plutocracia y las nuevas ideas” (pp. 66 y 68), artículo publicado en el tomo VII de la “Historia del Ecuador” impresa por Salvat en 1982 (Juan Salvat y Hernán Crespo Toral, editores).

* Sobre la descalificación de Bonifaz y la destitución de Martínez Mera, v. Raúl Martínez Torres y Héctor Martínez Torres, “Martínez Mera. Las verdades que no quiso decir” (dos tomos, 1983). Para la descalificación de Bonifaz, pp. 66-80 (tomo I, “I, El origen”), para la destitución de Martínez Mera, pp. 216-226 (tomo I, “IX. El congreso de 1933”). Los autores también criticaron a la Constitución de 1929, llamándola “nefasta Constitución Política que tantos males hizo al país; producto híbrido del régimen presidencial y parlamentarismo incompleto, que trajo tantas y tan graves consecuencias para la normal marcha administrativa; que ataba indefenso al Poder Ejecutivo para entregarlo maniatado a la demagogia y ambición política” (tomo I, p. 54).

* Sobre la caída de Velasco Ibarra en 1935 y sus dos Presidencias nombrado por una Asamblea Constitucional en 1944 y 1946, v. Norris, Robert, “El gran ausente” (2004), pp. 227-245 del primer tomo, para su caída en 1935, y pp. 9-109 del segundo tomo, para sus dos Presidencias entre 1944 y 1947 (i.e., el Capítulo VI “El gobierno revolucionario, 1944-1947”).

* Sobre la Constitución de 1938 y su falta de eficacia, v. Gómez López, David, “La Constitución perdida. Una aproximación al proyecto constituyente de 1938 y su derogatoria” (2012), pp. 158-159. De acuerdo con el autor del artículo: “El problema es que el texto constituyente no estaba redactado del todo, y no se publicó en el Registro Oficial” (p. 159). En la práctica, nadie se sintió obligado a respetar lo ordenado por la Constitución. El propio Mosquera diría que “él juró como Presidente en base a la Constitución, vigente según él, de 1906, y no de 1938” (p. 158).

* Un buen resumen del “Manchenazo” y su gobierno inane, disponible en línea: “Carlos Mancheno”, publicada por Ecured.

* Para una semblanza biográfica del Presidente Arosemena disponible en línea, v. “Carlos Julio Arosemena Tola”, escrita por Rodolfo Pérez Pimentel. Agradezco a Guillermo Arosemena por el envío de varias notas de prensa de época para la redacción de esta columna.

Nivel cavernícola

9 de septiembre de 2022

            Publicado en diario Expreso el 9 de septiembre de 2022.



El 7 de septiembre de 2004 (antier se cumplieron 18 años) el Estado del Ecuador fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en el Caso Tibi. En la sentencia de condena, el Estado fue responsabilizado por la permanencia de Daniel Tibi en la Penitenciaría del Litoral entre septiembre de 1995 y enero de 1998. Tibi la calificó “un infierno” y la Corte IDH, por el hacinamiento, la insalubridad y las torturas por agentes del Estado, consideró que la permanencia allí era un trato indigno a toda persona.

 

Una vez que la Corte IDH responsabilizó al Estado del Ecuador por esta vulneración del derecho a la integridad personal de Tibi, le ordenó que adopte medidas para garantizar la no repetición de hechos como los que le ocurrieron a Tibi. En el apartado de reparaciones de la sentencia, la Corte IDH le ordenó al Estado la creación de “un programa de formación y capacitación para el personal judicial, del ministerio público, policial y penitenciario, incluyendo al personal médico, psiquiátrico y psicológico, sobre los principios y normas de protección de los derechos humanos en el tratamiento de reclusos”, así como “crear un comité interinstitucional con el fin de decidir y ejecutar los programas de capacitación en derechos humanos y tratamiento de reclusos”.

 

El Estado del Ecuador, por supuesto, ha incumplido con estas reparaciones ordenadas. La Corte IDH las ha reiterado en otra sentencia condenatoria (Caso Herrera Espinoza y otros, del año 2016) pero para el Estado es como si ello no le atañe. En un sistema penitenciario tan corrupto como el ecuatoriano, el programa y el comité ordenados por la Corte IDH son material de ciencia ficción.

 

Porque si algo ha pasado es todo lo contrario a lo que quiso la Corte IDH, pues el sistema penitenciario ha empeorado desde los noventas. El sistema ha sido ‘privatizado’: el Estado ha resignado su dominio del territorio para que impongan su ley (es decir, la muy tribal ley del más fuerte) los propios presos. En el informe ‘Personas privadas de libertad en Ecuador’ de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), sacado en marzo de este año, se constató que las cárceles del Ecuador están dominadas por grupos del crimen organizado (en ‘autogobierno’, dice la CIDH) y que, por ello, ‘los líderes de estos grupos cobran precios ilegítimos y abusivos a los otros internos por sus celdas y camas, así como para el acceso a servicios’. Por hechos atribuibles a las disputas entre estos grupos, el año pasado (la cifra es un récord) fueron asesinados 329 presos. Frente a esto, el Estado del Ecuador está lejano, resignado, como ausente. Y la violencia de las prisiones, este 2022, se ha desbordado a las calles.

 

De Dostoyevski es la frase: “el grado de civilización de una sociedad puede juzgarse por el estado de sus prisiones”. Dados los hechos descritos por los organismos internacionales sobre la vulneración de derechos en las cárceles y el desarrollo del crimen organizado en el país (con un narcotráfico brutal y boyante, que cuenta con mejores equipos, armas y logística que la Fuerza Pública), el resultado es que el “grado de civilización” del Ecuador ha descendido a un sofisticado nivel cavernícola.

 

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Fuentes:

* Corte IDH. Caso Tibi vs. Ecuador. 7 de septiembre de 2004. Serie C No. 114. Para la consideración por Tibi de la Penitenciaría como un “infierno”, v. Párr. 76 (“Declaración testimonial de Daniel Tibi, presunta víctima”). Para la vulneración del derecho a la integridad personal de Tibi, v. Párr. 142-163 (“Consideraciones de la Corte, Violación del artículo 5 de la Convención Americana”). Para las reparaciones ordenadas al Estado, v. Párr. 13 (“Puntos resolutivos”).

* Corte IDH. Caso Herrera Espinoza y otros vs. Ecuador. 1 de septiembre de 2016. Serie C No. 316. Para la reiteración de la obligación de cumplir con lo ordenado en Tibi, v. Párr. 232 (“D. Otras medidas”).

* Comisión IDH. Personas privadas de libertad en Ecuador. 21 de febrero de 2022. El concepto de “privatización” de este espacio estatal aparece en varias partes del informe, v. Párr. 9 (“Violencia intracarcelaria y sus causas”), Párr. 29 (“Introducción”) y Párr. 61-65 (“Ausencia de control efectivo y autogobierno”).

* La cifra de 329 muertes violentas en las cárceles del Ecuador corresponde a (artículo de Sara España), v. Sara España, El País. “Masacres carcelarias y 2.330 asesinatos en el año más sangriento de la década en Ecuador”, 30 de diciembre de 2021.

* La frase del ruso Fiodor Dostoyevski fue citada por el juez brasileño de la Corte Interamericana, Antônio Augusto Cançado Trindade, en su voto razonado en el Caso Tibi, v. Voto Razonado del Juez A. A. Cançado Trindade, Párr. 7. La cita pertenece a la obra de Dostoyevski “Recuerdos de la casa de los muertos”, publicada en 1862.

La revolución de hojarasca

2 de septiembre de 2022

 

Publicado en diario Expreso el 2 de septiembre de 2022.

 

Una consigna de la revolución ‘Gloriosa’ de 1944 fue ‘Todo el poder a Velasco’. (La devoción a un caudillo es una de las señas particulares de la política ecuatoriana.) El resultado de la ‘Gloriosa’ fue un continuo ejercicio del poder por José María Velasco Ibarra que empezó por aclamación, continuó con su designación de Presidente por una Asamblea Constitucional y devino en una dictadura, hasta que lo volvió a designar Presidente otra Asamblea Constitucional para concluir en un golpe de Estado. Todo esto, entre 1944 y 1947. Y en el medio, dos Constituciones.

 

Tras la revolución se organizó una Asamblea Constitucional, que entró en funciones el 10 de agosto de 1944. Velasco venía ejerciendo, desde el 31 de mayo y por aclamación popular, un gobierno de facto. La Asamblea Constitucional, el mismo día que entró en funciones, lo convirtió a Velasco en Presidente de la República para el período 1944-1948. Esa misma Asamblea trabajó por una Constitución liberal, que entró en vigor el 6 de marzo de 1945 (fue la décimo tercera de la República). Un digno fruto jurídico de la revolución ‘Gloriosa’, al que Velasco descalificó por producir una ‘pesadillesca institucionalidad’.

 

José María Velasco Ibarra, el aclamado en consigna por los gestores de la revolución ‘Gloriosa’, fue el encargado de destruir la obra jurídica de la revolución. Desde su promulgación el 6 de marzo de 1945 hasta que el Presidente Velasco se declaró dictador el 30 de marzo de 1946, la Constitución estuvo en vigencia apenas por 389 días. En seguida, Velasco convocó a una Asamblea Constitucional que se compuso, en su mayoría, por representantes de cuño conservador. Esta Asamblea lo designó Presidente a Velasco el 10 de agosto de 1946 y produjo una Constitución conservadora y a gusto de Velasco (era tan a su medida, que introdujo el voto obligatorio). Esta Constitución entró en vigor el 31 de diciembre de 1946.   

 

Entre los cambios que introdujo la Constitución de 1946 estuvo el retorno de la figura del Vicepresidente de la República. La Asamblea Constitucional designó para este cargo al otavaleño Mariano Suárez Veintimilla, miembro del Partido Conservador. Cuando el 23 de agosto de 1947 ocurrió el golpe de Estado que lo tumbó a Velasco (el ‘Manchenazo’), el Vicepresidente Suárez no renunció a su cargo. Él era quien, constitucionalmente, debía reemplazar a Velasco.

 

El golpe que organizó el coronel Mancheno fracasó en tomar el poder, pero sirvió como cierre del momento que a Velasco le abrió la revolución ‘Gloriosa’ para ejercer el poder. (Volvería a ejercer la Presidencia en 1952 y otras dos veces más, todas por elección popular.)

 

Tras el fracaso del ‘Manchenazo’, Suárez asumió la Presidencia de la República el 3 de septiembre de 1947. Era la primera vez, desde el triunfo de la revolución liberal en 1895, que un conservador la ejercía. Duró poco, apenas 13 días, porque se reunió un Congreso Extraordinario y, como parte de un acuerdo y tras la designación por este Congreso de un nuevo Vicepresidente, Suárez renunció para que el nuevo Vicepresidente lo reemplace en el ejercicio de la Presidencia.

 

A esta hora, la política ecuatoriana abría una nueva etapa. De la revolución ‘Gloriosa’ quedaba ya hojarasca.  

¿Igualdad o proporcionalidad?

26 de agosto de 2022

 

Publicado en diario Expreso el 26 de agosto de 2022.

 

En el Congreso Constituyente de 1830 que creó el Estado del Ecuador se discutió la respuesta a la pregunta que titula esta columna. Los representantes de los departamentos de Azuay, Guayaquil y Quito se juntaron en Riobamba a decidir el sistema político que iba a regir sus relaciones. Un punto que ellos resolvieron fue si la representación política se la debía hacer de manera proporcional a la población de los departamentos, en cuyo caso el departamento de Quito tendría una mayoría de representantes frente a los otros dos, o si se la debía hacer de manera igualitaria.

 

El diputado guayaquileño José Joaquín de Olmedo defendió en ese Congreso Constituyente la igualdad de la representación de los tres departamentos que integraron el Estado del Ecuador (las antiguas provincias españolas de Cuenca, Guayaquil y Quito). En la sesión del 31 de agosto de 1830, frente a la posición quiteña de que el cálculo del número de representantes debía hacerse en función de la población de cada departamento, Olmedo retrucó que debía optarse por una representación igualitaria, explicando: ‘la diferencia que había entre provincias que están sujetas á una autoridad, y que unidas forman un cuerpo político, y entre otras secciones que por circunstancias improvisas quedan en una independencia accidental; que en el primer caso, era desde luego indispensable arreglar la Representación Nacional á la población, bajo una ley establecida; pero no así en el segundo, pues las secciones independientes podían reunirse muy bien con la representación igual, ó bajo los pactos convencionales que se estipulasen para la unión’.

 

Este discurso del diputado Olmedo implicaba que ningún departamento ejercía dominio sobre otro. La única vez que, durante el tiempo del gobierno español, una provincia quiso imponerse a las otras dos, fue sometida de manera ultra-violenta: le ocurrió a Quito, con la masacre del 2 de agosto de 1810 incluida.

 

En el discurso de Olmedo y en la práctica, cada antigua provincia era una entidad independiente. Y si se reunía una con otras para componer una entidad mayor, ello ocurría por mera conveniencia. Su representación podría ser igualitaria, o ser la que se estipulase para la ocasión. En el Congreso Constituyente de 1830 (en perjuicio de la abrumadora mayoría de habitantes del departamento de Quito) los representantes de Azuay y Guayaquil estipularon que la representación sea igualitaria, a razón de 10 diputados por departamento.

 

E igualitaria quedó por más de treinta años y seis Constituciones. En todas ellas se hizo referencia a ‘los antiguos departamentos’ para el cálculo de la representación política (salvo en 1843 que se utilizó la denominación ‘Distritos’). Así, 5 senadores y 8 representantes por departamento en la Constitución de 1835, 9 senadores y 10 representantes por distrito en la de 1843, 6 senadores y 10 representantes por departamento en la de 1845, 14 representantes por departamento en la de 1851, y 6 senadores y 10 representantes por departamento en la de 1852.  

 

Hasta que en 1861 la séptima Constitución y una nueva ley electoral cambiaron la representación política del Ecuador a una proporcional al número de habitantes de cada provincia.

La invicta Huachi

19 de agosto de 2022

 

Publicado en diario Expreso el 19 de agosto de 2022.

 

El año 1821 empezó mal para la causa libertaria. El 3 de enero ocurrió la derrota en el combate de Tanizagua, en las cercanías de Guaranda, precedida por las derrotas de Verdeloma el 20 de diciembre de 1820, donde murieron unos 200 patriotas, y de Huachi el 22 de noviembre de 1820, donde murieron unos 500. Justo ese 22 de noviembre del primer Huachi, el Presidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil, José Joaquín de Olmedo, le escribió al general José de San Martín para contarle de los progresos del ejército patriota en su camino a Quito, y Olmedo lo lisonjeaba así: ‘V. E.  prepara el hermoso día del opulento Perú; y, ardiendo en amor patrio, nos enseña la senda que debemos seguir’. Qué poco sabía el poeta.

 

En el combate de Tanizagua, los realistas mataron a otros 400 patriotas y capturaron a su jefe, el coronel José García, a quien decapitaron. Su cabeza fue enviada en una jaula de hierro a Quito y el general Aymerich, jefe de los realistas y último gobernante español de Quito (ciudad que lo recuerda con raro orgullo en el nombre de la calle que sube a la cima del Panecillo) ordenó que la cabeza de García sea exhibida en el puente del Machángara para escarmiento de las personas y alimento de los bichos.

 

Al rescate de la causa libertaria llegó la temporada de lluvias, que impuso un cese natural de las hostilidades que amenazaban a Guayaquil. Se reanudaron los fuegos el 19 de agosto de 1821 con la batalla de Cone, en las cercanías de Yaguachi. Para este momento el general Simón Bolívar ya había enviado a la ciudad de Guayaquil al general José Mires, en febrero de 1821, con armas y pertrechos, y al general Antonio José de Sucre, quien llegó a Guayaquil en abril de 1821 para tomar el comando del ejército patriota y para anexionar la provincia de Guayaquil a la República de Colombia. Por la presencia de Sucre y su insistencia, la Junta de Gobierno presidida por el poeta Olmedo suscribió un convenio por el que puso a la provincia de Guayaquil ‘bajo los auspicios y protección de Colombia’.

 

El ejército patriota, comandado por el general Mires, triunfó de manera aplastante en Cone. La importancia de este triunfo se debe a que evitó que la ciudad de Guayaquil sea tomada por los realistas. Entusiasmado, el ejército patriota tomó la ofensiva y volvió a trepar la cordillera rumbo a Quito.  

 

Pero ocurrió de nuevo Huachi. En su subida de la cordillera, el 12 de septiembre de 1821, el ejército patriota volvió a encontrarse con el ejército realista en los arenales de Huachi y los patriotas volvieron a perder. Fue un descalabro: alrededor de 800 muertos, entre ellos el guayaquileño José de Antepara, antiguo secretario del Precursor Miranda e importante actor en la gesta independentista de Guayaquil.

 

Y Huachi permaneció invicta. A fin de triunfar en la guerra contra los realistas, el ejército patriota replanteó su estrategia: fue por el mar al Sur, entró por Machala y subió por el Austro para esquivar los funestos arenales de Huachi en su camino a tomar el bastión realista de Quito. A esta ciudad, finalmente, la tomaron tras triunfar en la batalla del Pichincha y tras la rendición de los realistas suscrita por el general Aymerich, el 25 de mayo de 1822, en la cima del Panecillo.

El 13 de agosto

12 de agosto de 2022

 

Publicado el 12 de agosto de 2022 en diario Expreso.

 

El 19 de julio de 1834, Alexander Scammel Wadsworth, comodoro de la balandra de guerra USS Vincennes (incidentalmente, el primer barco de bandera estadounidense que circunnavegó la Tierra), fue testigo del convenio entre el Presidente Constitucional del Estado del Ecuador, el venezolano Juan José Flores, y un particular sublevado contra el gobierno constitucional de Flores, el guayaquileño Vicente Rocafuerte. El primer artículo del convenio entre Flores y Rocafuerte dispuso lo siguiente: ‘Art. 1.- Habrá paz, unión, concordia sincera y fraternal entre todos los ecuatorianos’. El artículo 2 del convenio dispuso que se debía convocar a una Convención Nacional para la reorganización del país. Este último artículo es el origen de la reunión de representantes que produjo a la República del Ecuador.

 

Para entender el porqué un Presidente Constitucional pudo acordar con un revolucionario un convenio para la reorganización de un territorio, se debe considerar la desastrosa Presidencia de Flores entre 1830 y 1834, que incluye la derrota en una guerra contra Colombia, la invariable crisis de las finanzas públicas y una constante inestabilidad de la conducción política por la aparición de variopintos revolucionarios por doquier.

 

Rocafuerte y otras gentes se le sublevaron en Guayaquil, y acá se vino el presidente Flores a atajar la revolución, pero luego se le sublevaron en la Sierra. El 12 de junio de 1834, el que había sido el primer Ministro del Ecuador, el lojano José Félix Valdivieso (en los orígenes del Estado ecuatoriano, según su Constitución, había un único Ministerio), se declaró Jefe Supremo en Ibarra. Quito se plegó a esta Jefatura Suprema el 13 de julio. Después, el 25 de agosto, se la incorporó a Cuenca. Valdivieso se consolidó como el Jefe Supremo de la Sierra.

 

Para vencer a Valdivieso y mantenerse en las altas esferas del poder, Flores apostó a una alianza con el revolucionario más prominente de Guayaquil, el ilustre y adinerado Vicente Rocafuerte.

 

El 10 de septiembre de 1834 concluyó el período constitucional de gobierno de Flores, quien de manera irregular transmitió el poder a Rocafuerte para que él gobierne en calidad de Jefe Supremo de Guayaquil. Flores se recicló como Comandante del ejército de la Jefatura Suprema de Guayaquil para enfrentar al ejército de la Jefatura Suprema de la Sierra. El 19 de enero de 1835 estos ejércitos se enfrentaron en los arenales de Miñarica. Allí triunfaron Rocafuerte y Flores.

 

Lo siguiente fue cumplir con el artículo 2 del convenio entre ellos firmado en julio de 1834 y la consecuente convocatoria a una Convención Nacional para la reorganización del territorio.

 

Aquí es donde entra el 13 de agosto. La Convención se reunió en Ambato, entre junio y agosto de 1835, para redactar y aprobar una nueva Constitución en la que el Estado del Ecuador dejó de ser un Estado confederado en una República imaginaria y pasó a ser una República por sí mismo. La Convención decidió el 8 de agosto que Vicente Rocafuerte sea el primer Presidente de la República y él, en esta calidad, fue quien puso el ejecútese a la Constitución el jueves 13 de agosto de 1835.

 

Y ese día, que nadie lo recuerda, se originó la República del Ecuador.

Treinta años

5 de agosto de 2022

            Publicado en diario Expreso el 5 de agosto de 2022.


El año 1992 fue un parteaguas en la historia de Guayaquil. Es el año en que el ingeniero León Febres-Cordero, Presidente entre 1984 y 1988, se convirtió en el segundo alcalde (después de José Luis Tamayo) que, antes de asumir la Alcaldía, había ejercido la Presidencia de la República. (Febres-Cordero es el único en haber ejercido ambas dignidades por la voluntad popular.) Y 1992 es el año en que inició el dominio del PSC en Guayaquil.


Durante una buena parte de este dominio del PSC, un lema de la Alcaldía decía que Guayaquil era ‘exitosa’. Ese discurso ya no es creíble: nadie puede considerar un ‘éxito’ el estar viviendo en una ciudad violenta e insegura, donde salir a la calle implica tener una estrategia contra el prójimo. Así como tampoco debería ser creíble atribuirle la responsabilidad de la violencia y la inseguridad a otros que no administran la ciudad, como se lo pretende hacer. Esto, porque si tras treinta años de dominio de Guayaquil lo único que el PSC pudo lograr es seguir soportando el fracaso de los demás, es porque también su administración ha sido un fracaso. (La perpetua queja no es una política pública.) Al final, cuando menos, han sido cómplices de haber llegado a la decadencia actual.


En algún momento de la historia de Guayaquil el PSC encarnó un modelo de superación, una vía al desarrollo. En parte, la razón para que se lo haya podido pensar así es porque el PSC logró mantener bajas las expectativas de la población. No se trató de una vía al desarrollo basada en estándares internacionales o en casos de éxito (Curitiba, Medellín, Singapur), pues se basó en no recaer en el roldosismo. Fue el desarrollo de la ciudad como un escape.


Pero es al roldosismo adonde el escape del PSC ha terminado llevando. Esta Guayaquil modelo 2022 actualiza el lejano caos roldosista, con atributos como las ya citadas inseguridad y violencia, y el crecimiento urbano sin solución de necesidades básicas (hechos muy relacionados), la falta de controles ambientales y la contaminación de ríos y esteros, el fracaso del transporte masivo terrestre (sólo se han hecho tres de las siete troncales de la Metrovía –y ninguna en la actual administración) así como el fracaso y la deuda gigante de la Aerovía, la nula prevención de las inundaciones que ocurrirán por efecto del cambio climático, las sospechas de corrupción en los proyectos de arte o por los terrenos cercanos al nuevo aeropuerto en Daular… Esto, además de una máxima autoridad con un histrionismo de teatro escolar y unas altas dosis de chabacanería (‘vístanse como quieran, y desvístanse como quieran y con quién quieran’ es su legado).


Este entramado de ineficacia, sospechas de corrupción y chabacanería tiene unos aires de familia con el final del período roldosista, en el que gobernó la otra alcaldesa que ha tenido la ciudad, Elsa Bucaram. Salvo que esta Guayaquil del tramo final del PSC está aún peor, por la notoria descomposición de la ciudad y su crisis de seguridad que hoy causa zozobra y que la ha situado a Guayaquil entre las 50 ciudades más violentas del mundo.


Efeméride: este partido sin solución para los problemas de los guayaquileños, este 10 de agosto de 2022, cumplirá treinta años administrando la ciudad.

La ciudad de Santiago

29 de julio de 2022

Publicado en diario Expreso el 29 de julio de 2022.

 

En una quincena de agosto del año 1534 se fundaron en la llanura de Liribamba (Sierra central del Ecuador) una ciudad y una villa españolas que son parte fundamental de la historia del Estado del Ecuador. Ambos asentamientos fueron provisorios, mudables: la villa de San Francisco de Quito, fundada el 28 de agosto, se trasladó treinta leguas al norte para ocupar el espacio de la arrasada Kitu indígena. La ciudad de Santiago de Quito, fundada el 15 de agosto, se la trasladó a la Costa para servir de puerto a la villa que ocupó el espacio de la arrasada Kitu indígena.

 

Con el tiempo, la villa de San Francisco de Quito pasó a ser una ciudad (1541) y fue la sede de una Gobernación (1540) y de una Audiencia (1563), para después convertirse en la capital del Estado independiente del Ecuador (1830). La ciudad de Santiago de Quito, en su tránsito a la Costa para servirle de puerto, mantuvo su nombre cristiano de Santiago, pero perdió el “de Quito” para tomar un nombre relativo a su nueva geografía. El nombre de un cacique reemplazó a su nombre montañés.

 

El hombre que estableció que la Santiago de Quito fundada en 1534 era la misma ciudad que se estableció en un cerro a orillas de un ancho río fue Miguel Aspiazu. Él leyó con atención el acta de fundación de la ciudad de Santiago de Quito y la provisión del adelantado Francisco Pizarro fechada 22 de enero de 1535, por la que esta autoridad confirmó los cargos de los que habían sido designados alcaldes y regidores de Santiago de Quito. De ello dedujo Aspiazu que “no por haberse fundado el Cabildo de la villa de San Francisco de Quito había dejado de existir el de la ciudad de Santiago de Quito”, pues de otra manera no se habría confirmado a esas autoridades en sus cargos.

 

Establecida esta idea, Aspiazu se planteó la hipótesis de que la ciudad de Santiago de Guayaquil fuera la continuación de la ciudad de Santiago de Quito fundada en Liribamba. Aspiazu demostró que, por Cédula Real dada en Toledo el 4 de mayo de 1534, se había autorizado al adelantado Francisco Pizarro “para que cada y cuando le pareciera que un pueblo fundado o que fundare se deba mudar de sitio lo pudiese mudar al sitio que le pareciese, con su nombre”. Y demostró también que, en una provisión del Rey de España hecha en septiembre de 1540, constaba el nombre de Santiago de Quito para identificar a la ciudad que ya se había trasladado a la Costa y que empezaba a asentarse a la vera de un río para servirle de puerto a San Francisco de Quito.  

 

Miguel Aspiazu tiene el mérito de haber razonado y construido este relato de la fundación de la ciudad. Él recordó que, en su viaje a la Costa, la que era Santiago de Quito pasó a llamarse Santiago en Estero de Dimas, o Santiago del río de Amay, o Santiago de la Culata, hasta que finalmente se llamó Santiago de Guayaquil, por el nombre de un cacique, Guayaquile.

 

Dado este antecedente, es un error festejar el 25 de julio como la fundación de Guayaquil pues la fecha de su fundación es el 15 de agosto de 1534, fecha que la convierte a Guayaquil (después de Piura) en la segunda ciudad española fundada en Sudamérica durante la conquista del Perú y la primera fundada en el territorio del Estado del Ecuador.

El general San Martín remando en dulce de leche

22 de julio de 2022

 

Publicado el 22 de julio de 2022.

 

Hubo un tiempo en que la provincia de Guayaquil fue una república independiente, codiciada por colombianos y peruanos (el Ecuador no existía). El antecedente de esta codicia es que, en tiempo de la dominación de los españoles, la provincia de Guayaquil perteneció al Virreinato del Perú hasta que pasó al Virreinato de la Nueva Granada, pero después volvió a ser controlada por el Virreinato del Perú. A consecuencia de estos vaivenes, los grandes países que surgieron de la disolución de los citados Virreinatos se pensaron ambos con derechos para codiciar a Guayaquil: Colombia la quería como su extremo Sur, Perú como su extremo Norte. 

 

José Joaquín de Olmedo decía que el 9 de octubre era el día de la independencia y el 8 de noviembre era el día de la libertad. Este último día, en 1820, un total de 57 representantes de los pueblos que conformaban la provincia de Guayaquil (toda la Costa menos Esmeraldas) se reunieron para aprobar una Constitución provisoria para la provincia independiente. De acuerdo con el artículo 2 de esta efímera Constitución: ‘La Provincia de Guayaquil se declara en entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur’.

 

Ésta era la postura del guayaquileño Olmedo. Él creía que una reunión de representantes de los pueblos de la provincia de Guayaquil debía decidir la materia de a qué país ‘unirse’, o si mantenerse como un país independiente. La Junta de Gobierno de Guayaquil, que Olmedo presidía, convocó a una reunión de representantes que debió celebrarse el 28 de julio de 1822 justamente para decidir sobre este tema.

 

Pero el general Simón Bolívar, a la sazón Presidente de Colombia, tenía otro plan, que excluía del todo oír a los representantes de la provincia de Guayaquil, y era imponer su voluntad. Su gran argumento fue haber llegado a la ciudad, el 11 de julio de 1822, acompañado de 1.300 soldados colombianos. En seguida, el secretario de Bolívar le envió una nota a Olmedo y a los otros dos integrantes de la Junta de Gobierno (Francisco María Roca y Rafael Ximena) en que les indicaba que su breve experimento democrático debía llegar a su fin. A los pocos días, todos ellos abandonaron la ciudad para pasar a residir en Lima. Roca y Ximena no volvieron jamás a Guayaquil.

 

Bolívar ocupó militarmente Guayaquil para anexar la provincia a la Colombia que él presidía. En esto, le ganó de mano al general José de San Martín, a la sazón Protector del Perú. Él viajó a Guayaquil para incorporar esta provincia al Perú, pero en camino a la ciudad, en Puná, el 25 de julio de 1822, a San Martín se le informó de la ocupación militar de Guayaquil por Bolívar y sus 1.300 soldados colombianos. Anoticiado, en su cabeza debió quedar meridianamente claro que Bolívar lo tenía ya todo atado. Guayaquil estaba perdida para el Perú.

 

Cuando la mañana del 26 de julio de 1822 el general San Martín llegó a Guayaquil abordo de la goleta de guerra ‘Macedonia’, lo recibió en el muelle un arco decorativo en el que se podía leer ‘Bienvenidos a Colombia’. Luego tuvo lugar la célebre entrevista de Bolívar y San Martín, donde es fama que se decidió el destino de Guayaquil…

 

Bien pudieron hablar del clima.