En Quito, es posible que
después de Rodas aparezca Yunda, esa bofetada a la burguesía.
Electoramente, una
bofetada a la burguesía es imposible en Guayaquil. La pregunta es: ¿por qué? ¿Qué
hace que Nebot tenga una alcaldía considerada exitosa, mientras que Rodas –un
cachorro PSC que participó por SUMA- tenga como saldo un desastre?
De entrada, es injusto
comparar a un aniñado bobo con quien estuvo por casi 19 años en el poder en
Guayaquil (agosto 2000-mayo 2019): el primero, como ya fue dicho, es bobo, mientras
que el otro es sabido, sabidísimo. (De esos que antes se decía: “fuma debajo
del agua”).
Y como es sabidísimo, Nebot
cubrió de mejor manera que Rodas dos frentes que son claves para triunfar en la
política: controlar al periodismo y controlar la intervención de la sociedad en
la gestión pública.
Con los periodistas, Nebot
gozó de la casi total obsecuencia de los medios de comunicación que lo
entrevistaron los miércoles y de la complacencia de los medios de alcance
nacional (por simpatías de derecha). En los medios guayaquileños, hay la
evidencia de un claro con$en$o. En todo caso, esto de repartir guiso no es algo
que el alcalde Mauricio Rodas no haya practicado: por ejemplo, le repartió
billete a la radio de Diego Oquendo y desde entonces ese otrora punzante
crítico (lo sé, pues lo escuché un tiempo) se nos pasmó. El Comercio era
complaciente con Rodas, pero bastante menos que El Universo con relación a
Nebot. En todo caso, como Nebot es sabido, supo forjar un mejor con$ens$o con
el periodismo y, cosa muy importante, dar menos papaya que Rodas (por ejemplo,
no ir borracho a eventos públicos –a Nebot, esa maña se le quitó en los 90).
Pero es el control de la
participación social lo que Nebot controla de una manera que resulta imposible
hacer en Quito. Por razones de constante bronca con la ineficacia del Estado,
presumo que el quiteño está mucho más acostumbrado a manifestar sus quejas,
exponerlas en público y criticar a las autoridades (nacionales y de la ciudad).
En Guayaquil, la respuesta es simple: triunfó el fascismo. Es decir, esa
alianza que Norberto Bobbio describió para el caso italiano como “una fecunda
alianza entre precisos intereses de clase y turbios ideales, favorecidos por la
crisis moral, social y económica que atravesaba un país como el nuestro, por
larga tradición más acostumbrado a la opresión que a la libertad” (‘Ensayos sobre el fascismo’, p. 80), en
la que con el solo reemplazo de la palabra “país” por “cantón” se describe de
manera precisa lo que pasó en Guayaquil, una sociedad que desde los años
cuarenta ha devenido en conservadora y, durante un tiempo en particular (los
años ochentas), estuvo corrompida por “la crisis moral, social y económica” del
roldosismo, cuyo superación devino en una ocasión perfecta para el triunfo de
una burguesía conservadora y autoritaria (i.e.,
fascista), que en Guayaquil tiene expresión en la tienda
socialcristiana.
Sobre esta base, como
alcalde, Nebot ha hecho cosas que en Quito son impensables: aprobó una
ordenanza por la cual legisló sobre la participación ciudadana (“Ordenanza que regula el sistema de participación ciudadana del cantón Guayaquil”,
aprobada el 29 de septiembre de 2011) que es una burla a la participación,
porque sólo habilita a participar en la Asamblea Cantonal de Participación
Ciudadana a los 117 “representantes de la sociedad” que están expresamente
mencionados en su texto. La mayoría
de estas 117 entidades, que son las únicas habilitadas para el ejercicio del
derecho a la “participación ciudadana”, han recibido dinero de la corporación
municipal; algunas, de hecho, millones de dólares. Es el derecho de admisión, pero
aplicado a la participación social de toda una ciudad.
Esta forma autocrática de
disposición de fondos en las alcaldías de Nebot tampoco era de recibo para el
alcalde Rodas, pues mientras en Guayaquil Nebot gozó siempre de mayoría en su
Concejo, el de Rodas en Quito estuvo partido. Y sin poder distribuir la riqueza
a placer, el político se vuelve medio cojudo a los ojos del personal (“político
pobre, pobre político”).
Finalmente, está el tema
del clientelismo. El PSC tiene redes aceitadas de años, con punteros en las
zonas populares que aseguran lealtad a cambios de beneficios (dinero, empleos,
prebendas). El partido de Rodas (SUMA se llamaba, ¿o se llama?) no tiene nada salvo
un bobo con triste final, un Maruri interandino.
La neta, el alcalde
Mauricio Rodas siempre remó en dulce de leche y cuesta arriba. No tenía los
recursos, ni el talento para imponerse. Este cachorro PSC fue apenas una broma
de mal gusto del Durán Barba,
jugada en contra del pueblo de Quito.
Y por eso mientras que en
Guayaquil el alcalde Nebot pudo colocar a su designada como su sucesora, en
Quito lo tienen a Yunda.
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